Eran las doce menos cuarto, todavía vagaba por las calles con un cigarrillo y el aspecto de siempre: Falda corta, blusa cuello V, Converse desgastados, cabello suelto, un bolso hippie comprado hace mucho tiempo, una actitud matadora y una sonrisa encantadora, ojos tan tiernos como un calvario, solo una persona digna de morir en sus brazos es la que se le ocurriría mirarla y menos hablarle con una sola de sus palabras a sus manos quedarían todas sus más profundas ilusiones y anhelos, la mujer era preciosa, era una epifanía digna y construida de los profundos cuentos de hadas de la antigüedad, era una figura parecida a una ninfa del bosque su hermosura rebosaba los límites normales pero su carácter y su poca ternura la hacían un ser solitario casi inalcanzable, siempre fumando parecía el símbolo hecho real de la muerte y de la tentación, era tan perfecta labios rojos carmesí tan deseosos de ser besados, pero los pocos que se acercaban a ella eran devorados por su encanto y atraídos a la ruina, era peligrosa.
Su cabello negro que por la cintura llevaba o un poco más allá negro como las alas de un cuervo, brillante suave, algo rizado en las puntas, perfecto. Ojos brillantes pero sin muestras de compasión, de color azul. Una Cintura que en la luz de la luna era matadora, que en la oscuridad era tenebrosa, porque era una sensación, bien marcadas sus caderas, senos proporcionalmente encantadores, piernas de andante, abdomen marcado y perfecto, era una muñeca en universo paralelo, en este era una serpiente hermosa pero muy venenosa, solo al clavar sus labios en los de otros acababa con su vida, dejaba que todas sus ilusiones se perdieran.
Una de tantas noches seducida por la luna, los aromas de la noche y su constante y nocturno cigarro, alguna nueva de sus víctimas la encontró, pero esta vez aunque no diferente lo mato con uno solo de sus besos, o con un puñal de sus miradas. Sin dejar el cigarrillo y sin desordenar ninguno de sus rizos seguía su camino, todos morían por hablarle pero ninguno se atrevía no querían dejar sus ilusiones muertas, aunque era perfecta.
A la ciudad había arribado un joven francés, de facciones marcadas, cara perfecta, acento tierno, cierta debilidad por el licor y el buen gusto, las mujeres aunque llamativas tenían que ser delicadas e imprecisas, inmedibles, era un poco raro en sus escogencias pero muy selectivo para verlas, una noche dando sus primeras vueltas encontró su destino, a esta marquesina a la que todos le tenían miedo, sin temor y con menor interés le pregunto la hora. Se encontraba un tanto perdido, ella percibió su desinhibición y le hablo eran las 11 y 30 cerca a la hora del ataque, pero esta vez ni ella ni el estaban interesados en ello, ella se interesó en porque una persona como el tan de clase se atrevía a hablarle, y entre tanto y tanto y compartiendo cigarrillos, música, aromas, luz de luna y uno que otro trago de tequila se embriagaron, la mujer perdida y sedienta de pasión causada por la luna llena lo atacó, el con sus preciados modales la rechazo, en el lugar todos dudaron incluso ella de sus intenciones. Como el contesto era algo muy rápido para aquella doncella fuera llevada a la cama solo por una noche de copas. Los Franceses como el distinguían entre el licor y el amor, para ellos no era el dulce veneno de la sedición, Terminando perdida en su embriaguez fue llevada hasta su casa por el francés, confundida entre tanto intento clavar su puñal más letal, no pudo; Vaya oponente fuerte el que tengo, pero nadie se resiste a mis labios.
Al día siguiente lo llamo y lo citó en el mismo lugar mejor arreglada y más coqueta intento de nuevo seducirlo, el francés aun fascinado por su belleza pero aún prudente cumplió la cita pero no se rindió ante sus deseos. De nuevo la mujer confundida por la gentileza de aquel caballero, le pregunta: ¿por qué simplemente no me besas si tienes ganas, o ¿es qué acaso te crees los rumores?, el gentilmente solo dijo con su dulce acento: Ni lo uno ni lo otro, solo una mujer como tú se tiene que tratar con cautela; eres hermosa pero peligrosa, y todo con el tiempo se va a dar, dejemos que una nube envuelva los deseos y la luna los renueve cada vez. Ella asombrada lo único que hizo fue sonreír. Nunca pensó que un hombre la rechazará y menos la fuera a tratar con tanta delicadeza para ella era nuevo pero le fascinaba.
Con el tiempo ambos encantados con el otro y sin muertos en la ciudad a manos de aquella mujer, todo estaba bajo control, llego la hora de partida de aquel francés, la mujer no lo sospechaba, era una fiera controlada por el misterio de aquella aventura de intercambio, él no la quería dejar pero su tiempo había terminado, la noche antes de partir dieron fin a su amor y el dio por fin sus ganas de tenerla para sí y ella igual, sin olvidar detalle ella seguía siendo salvaje y única solo un poco más controlada, ya el veneno no desbordaba sus poros cada vez que besaba, termino la fiesta y embriagados por el vodka combinado con tequila, y unas cuantas pastillas, quedaron inmersos el uno en el otro, riendo y soñando, ya en la cama disfrutando después de tantas noches en vela, por fin tenía en sus manos la tela de su falda para arrancar sin tener piedad, para atacar como un caníbal a su rival, el éxtasis de la noche combinado con el aroma de las feromonas y las hormonas en el aire eran uno solo que funcionaban tal melodía ellos arrancaban sus ropas y disfrutaban de ello, quitando su camisa, su sostén, sus jeans, desgarrando su falda, arrancando todo sintiéndose, palpándose, besándose, amándose, todo tan poco pronosticado y tan postergado. Ella era demente era de un apetito sexual poco corriente e intenso y el insaciable por darle más. La métrica perfecta para la noche hecha para ellos. Dormidos antes del amanecer, el despertó minutos antes y dejando una nota desapareció en la vida de ella.
Cuando despertó solo quedaba su bufanda y su nota, que decía que su intercambió había terminado y que ella era lo mejor que por su vida una vez había pasado. La mujer destrozada volvió a sus andadas y un día vagando en las noches con la bufanda de su francés, de la causa de su desconsuelo, encontró a un hombre que intentaba reconocer pero no recordaba donde lo había conocido, entre tanto pensar y pensar cuando por fin atacó, se dio cuenta que era su francés y el como la sabía controlar la atrajo por cintura y con eso sello un profundo beso en sus labios que nunca podían romper hasta que el amor estuviera consumido. Por ahora la fiera sigue quieta supongo que con su francés ha de estar perfecta. La ciudad tranquila como siempre, pueblo quieto después que aquella doncella fue marcada por el amor de tal francés esta vez.
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