Hueco
en el estómago, sudor en las manos, ansias por respirar, cara de tragedia, ¡estás
viva! Comienza el juego. Toma de mi mano No haré daño, solo el que tú quieras
que haga.
Radiante
y atractiva estaba la Luna, no llena pero si en vísperas de una versión muy
certera. Ella se encontraba allí pequeña, Asustada sin saber que pasaría riendo
como una pequeña loquita, con una dicha infinita, la mujer aunque pequeña
fabulosa y quien dijera muy agresiva, era pequeña, ojos grandes color marrón
que la hacían ver siempre distraída, cabello largo negro como las alas de un
cuervo, labios rojos como la sangre, que parecían que al ser mordidos, explotarían
en pasión, cintura de muñeca, inocencia de niña y actitud de tigresa, con
fuerza contestaba. Mostrando sus signos de descontrol, en la cama.
El
allí fuerte, alto con signos de lucha, un galan digno de aquella mujer, cabello
negro, sonrisa perfecta, ojos marrón, de igual brillo que los de ella, pero más
pícaros y más despiertos, desbordaba gentileza. Fue allí en esa noche cuando
esas dos almas se encontraron. Conocidas en un lugar por casualidad, bebiendo y
disfrutando de una charla sin igual.
De
una sonrisa, a un beso voraz y de allí a la cama, tan metódico y dramático,
para ella su primera vez, para él, era el inicio de su adicción completa por
aquella mujer, ojos firmes y asustados,
ya en la cama, sacaron a relucir sus gustos: -besa mi cuello, toca mis
hombros, acaricia mi espalda, palpa mis senos, besalos; todo digno de un momento
de excitación, mientras desgarraban sus ropas, quitando desde su pequeño
pantalón hasta el sosten de la chica y disfrutando de cada uno de los
detalles, tan armónicamente como una
canción, animados en la cama, amados, comenzó el momento de la decisión, ambos
ya envainados, pero ella con más miedo que ninguno, comenzaron una sinfonía de
gemidos los acompaño, a el le encantaba verla estremecerse del placer, se
sentía fascinado por su figura, y su sonrisa. Su inocencia tentadoramente
fugaz, gimiendo y abrazando, ambos retorciendose entre ellos, sabiendo que todo
terminaría pronto lo repitieron una y otra vez hasta que cansados terminaron y
se adentraron al frío de la noche donde acabaron.
La mañana siguiente ella
había desaparecido y cuando el se dió cuenta ella se había perdido su pequeña
doncella se había escondido, su fortaleza tembló, no podía sacarla de su mente,
y era lo único que el pensaba, en su risa y en su placer, que dicha le causaría
encontrar otra vez. Para el era ingrato, y maleducado que ella lo dejará sin
dejar explicaciones, sin dejar quizás su nombre. Desesperado pero constante
siguió con su vida, volviendo casi todos los días al café donde la conoció,
ella no regreso, por casualidad un día revisando entre sus cosas y explorando
ya su derrota, encontro una carta que decía Gracias por hacer de mi último día
en la ciudad el mejor. Te espie toda tu vida, y para mi siempre fuiste el
mejor. Atentamente tu loca de cabello negro. Posdata un día te quiero volver a
encontrar y aprender a amar en verdad.
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