lunes, 25 de junio de 2012

Despedida de Ciudad y Café de Medianoche.






Hueco en el estómago, sudor en las manos, ansias por respirar, cara de tragedia, ¡estás viva! Comienza el juego. Toma de mi mano No haré daño, solo el que tú quieras que haga.
Radiante y atractiva estaba la Luna, no llena pero si en vísperas de una versión muy certera. Ella se encontraba allí pequeña, Asustada sin saber que pasaría riendo como una pequeña loquita, con una dicha infinita, la mujer aunque pequeña fabulosa y quien dijera muy agresiva, era pequeña, ojos grandes color marrón que la hacían ver siempre distraída, cabello largo negro como las alas de un cuervo, labios rojos como la sangre, que parecían que al ser mordidos, explotarían en pasión, cintura de muñeca, inocencia de niña y actitud de tigresa, con fuerza contestaba. Mostrando sus signos de descontrol, en la cama. 
El allí fuerte, alto con signos de lucha, un galan digno de aquella mujer, cabello negro, sonrisa perfecta, ojos marrón, de igual brillo que los de ella, pero más pícaros y más despiertos, desbordaba gentileza. Fue allí en esa noche cuando esas dos almas se encontraron. Conocidas en un lugar por casualidad, bebiendo y disfrutando de una charla sin igual. 
De una sonrisa, a un beso voraz y de allí a la cama, tan metódico y dramático, para ella su primera vez, para él, era el inicio de su adicción completa por aquella mujer, ojos firmes y asustados,  ya en la cama, sacaron a relucir sus gustos: -besa mi cuello, toca mis hombros, acaricia mi espalda, palpa mis senos, besalos; todo digno de un momento de excitación, mientras desgarraban sus ropas, quitando desde su pequeño pantalón hasta el sosten de la chica y disfrutando de cada uno de los detalles,  tan armónicamente como una canción, animados en la cama, amados, comenzó el momento de la decisión, ambos ya envainados, pero ella con más miedo que ninguno, comenzaron una sinfonía de gemidos los acompaño, a el le encantaba verla estremecerse del placer, se sentía fascinado por su figura, y su sonrisa. Su inocencia tentadoramente fugaz, gimiendo y abrazando, ambos retorciendose entre ellos, sabiendo que todo terminaría pronto lo repitieron una y otra vez hasta que cansados terminaron y se adentraron al frío de la noche donde acabaron. 

La mañana siguiente ella había desaparecido y cuando el se dió cuenta ella se había perdido su pequeña doncella se había escondido, su fortaleza tembló, no podía sacarla de su mente, y era lo único que el pensaba, en su risa y en su placer, que dicha le causaría encontrar otra vez. Para el era ingrato, y maleducado que ella lo dejará sin dejar explicaciones, sin dejar quizás su nombre. Desesperado pero constante siguió con su vida, volviendo casi todos los días al café donde la conoció, ella no regreso, por casualidad un día revisando entre sus cosas y explorando ya su derrota, encontro una carta que decía Gracias por hacer de mi último día en la ciudad el mejor. Te espie toda tu vida, y para mi siempre fuiste el mejor. Atentamente tu loca de cabello negro. Posdata un día te quiero volver a encontrar y aprender a amar en verdad. 

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