Nada de nuestra historia fue normal eramos dos almas "destinadas" a estar juntas, conocernos fue sencillo y atraernos fue muy simple todo se dio con tanta facilidad que pensamos que era obra de los dioses y que cupido era el gestor de nuestra historia de amor, los primeros meses cada uno tan hermoso como el otro y el siguiente era supuesta mente mejor, tus palabras se hacían dulces con el tiempo y para mi era más seductora tu mirada y tu sonrisa más pecadora que siempre, todo era muy sencillo, como lo quisiéramos pedir nada era cuestionable nuestras vidas entrelazadas eran como magia aún no comprobada, siguió el verano y eramos perfectos todos admiraban nuestra relación tal vez porque no conocían lo que sería este infierno de primavera, en el otoño todo comenzó a cambiar ya aburridos de tanta repetición sucumbimos ante la tentación dejándonos caer en el olvido del mismo amor.
Así como septiembre termino nosotros atados a la repetición seguimos fingiendo perfección, y siendo la pareja que todos querían ser, olvidando discusiones y yo ocultando las ojeras de una noche en vela llorando por no entender tus conductas pasajeras. Ya en Octubre decidimos vivir juntos mi dicha era como en los primeros días pero no terminaba de conocer la bestia que tenia en la puerta de salida, conocía de tu conducta celosa, pero nunca de tu determinación por hacer de cada uno de mis días miserables, ya no distinguía entre el sol y la lluvia, los días se hicieron tan monótonos como ningún otro, y un día donde el sol volvió a brillar dejaste quebrar mis ilusiones como un cristal.
Ya era Invierno y no te aguantaba tus conductas estúpidas y tus caricias morbosas me carcomían, cada beso que recibía era como un dulce veneno que inyectaba en mis venas para estar infeliz todas las mañanas, te aborrecía con mi alma, pero veía que seguías de una forma u otra atado a mi mirada, pero sinceramente te odiaba. Mis ganas salvajes de clavar un arma en tu sien eran cada vez más arrolladoras y tu constante maldecir por todo mi esfuerzo y uno que otro golpe que repartías dentro de mi y tu constante decir que era tuya me removía la poca paz que tenía porque en la noche tu abusabas de mis ganas de mostrar que eramos aún la pareja digna de admiración de nuestra juventud.
Ya en primavera, una mañana apareciste con un ramo de rosas esperando a que te saludará con las mismas ganas de siempre, tu bestia ridícula que esperabas que fuera paciente, cuando cayo la noche regresaste de tu larga jornada, recordé cada minuto de desgracia y lo reviví como uno. Espere la media noche quizás la madrugada y con un puñal atravesé una y otra vez tu cuerpo tal como si fueras una dulce almohada, la sangre brotaba y a mi solo me importaba que tu respiración cesará, tanta era mi infelicidad, la cama y mis manos ensangrentadas al igual que el puñal eso ya no importaba, cuando pensé que era suficiente por fin termine lave mis manos y después lo último que se oyó fue un ciego sonido de una bala en la habitación.
Cuando la policía llego encontró una nota aparentemente escrita por una mujer que decía: tan sencillo como quererte en la mañana fue matarte en la madrugada. Junto a ella una escena del crimen perfectamente pintada un hombre muerto con cincuenta puñaladas en una cama al lado un puñal y una mujer muerta por impacto de bala con el arma en sus manos y describiendo tal vez lo que ellos llamaron una sonrisa tranquila.
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