Fue sencillo, fue simple
llegar a tus labios, llegar a tu piel, a encadenarme a ti en esa noche de luna
llena, en esa noche de aromas incontrolables y de emociones volatiles, me
gustaba ver tu estupor como te estremecias con mi calor, dormidas en una hamaca
ambas siendo una, entre caricias y besos, descubriendo los rincones de nuestro
cuerpos, para ambas era la primera vez con el mismo sexo, pero nuestra
condición de confidentes nos permitía tener tanta confianza. En esa noche donde
ambas conmovidas por el velo de los tragos, por las tristezas que llevabamos
terminamos allí soñando desnudas, de la hamaca pasamos a tu cama, y el aroma de
tu inconfundible perfume se impregno más en mi, mientras me hacías suspirar de
pasión, me hacías feliz, en un primer momento mi bisexualidad estaba a flor de
piel, y tu coquetería imborrable estaba allí.
En
tu cama disfrutamos una y otra vez de la tan prohibida pasión, como un fruto
bendito de nuestra felicidad, ya nuestra amistad no solo era eso era algo más y
desde esa noche nos apegamos aún más. Al terminar la velada, me quede dormida
entre tus cabellos abrazada, y tu en mis senos dormitabas y te acomodaste entre
ellos como si fueran almohadas, tan pacífica esperaste a la mañana. Y cuando me
di cuenta era solo los resultados de una buena dosis de salvia consumida en
aquella fiesta a la que ambas asistimos, la confusión fue mayor y encontrarte
allí fue aún más desconcertador, pero es con el tiempo y los pocos recuerdos de
esa noche lunar que saco nuestro espíritu bestial y nos llevo a disfrutar del
fruto prohibido de nuestra querida hermandad.
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