jueves, 28 de junio de 2012

LA BELLA DE LOS OJOS AZULES.



Era más sencillo verla que amarla, tenerla al lado que solo adorarla, ambas acciones dolían, era más tóxica que el veneno, pero más ardiente que cualquier sol de este eterno verano. Para mí era perfecta y su aroma era esa combinación de sabores que tenía que probar sin duda. Sus ojos azul brillante, cabello castaño Claro digno de una latina de tierra caliente, uñas perfectamente arregladas y unos dotes de mujer espectacular, era no muy alta pero si muy callada lo que la hacía dulce y misteriosa, enigmática, con esas ganas que tenía de conocerla, de probarla, solo con su aroma lo supe, desde que la vi, el masivo se llenaba y no había espacio quedamos casi juntas por no decir apretadas. No podía dejar de mirarla, me era inevitable y tantas ideas que recorrían mi mente de como desnudarla y de cómo amarla. Pero era imposible y con una sonrisa pícara la miraba.
Era casi imposible que me devolviera una linda sonrisa, estaba tan ocupada con su teléfono tecleando quizás a su mejor amiga o novio, o yo que sé, realmente No me importaba con solo tenerla al lado estaba feliz, disfrutando de ese aroma y sus ojos, llego el momento de descender cuando note que ambas íbamos hacia el mismo lugar, lo celebre; fue mágico y quizás impreciso, porque nunca pensé que siguiera uno de mis pasos; Jamás la había visto.

Pero era preciosa, descendí rápido antes que ella, y cuando me voltee a mirar disimuladamente sus pasos, la observe muy bien, y descubrí que tenía marcas de dulzura y de pasión, y en su mano derecha para mi beneficio una manilla, azul y rosa encendido, todo se hacía cada vez más perfecto. Era mi postre a degustar. El problema: no sabía su nombre o nisiquiera de donde era, me desilusioné y seguí caminando entorno al otro bus, un bus lleno de sueño y entre hablando por teléfono y pensando en ella y su perfección, me distraje y no seguí pensando cual fue su dirección, ya allí, sentada en primera fila por coincidencias mire hacia al frente y allí estaba de nuevo, con su mirada brillante algo caída, quizás el cansancio la carcomía la mire de nuevo con disimulo, y ella me miró con cierto asombro, quizás pensó: que cosas, encontrarla tanto.
Continuo caminando hacía el bus. Yo solo y distraídamente la observaba, el viaje termino y ella se bajó muchas paradas antes que yo, pero es la hora en que mi mente aun la piensa. Y más que su abierta bisexualidad, sus ojos eran esos látigos que me habían atado a esa cintura y caderas tan perfectas y que me hacían desearlas con ansias.  

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