domingo, 17 de junio de 2012

A mi Padre



Me gustaban, me gustaban tus sonrisas, tus silencios, los momentos en que dejabas que mis ojos y mis palabras te convencieran de dejarme hacer una travesura, me gustaban tus regaños aunque a veces injustos eran graciosos, todos propicios de un padre viejo, de un señor lleno de sabiduría.
Tus silencios eran más que tus palabras y tus acciones más importantes que cualquier regalo jamás comprado, te admiraba, y me gustaba que me vieras como la pequeña que nunca desamparabas. Tan cordial y tan gentil, tan bondadoso que se fijaba en el color de mis ojos, en su brillo que denotaba mi tristeza o alegría no el color de mis labios que No le importaba la forma de mi peinado sino más bien el bienestar de mis estados. No juzgabas mis palabras o acciones juzgabas más bien las reacciones, tu voz era callada y la mía un poco más alejada pero siempre te quise como nunca lo dije. Tal vez en el final no fue tan bueno, pero creeme que ahora en lo eterno sabes que para mi eres el heroe de la infancia que tuve y el hombre que tiene más importancia en mi vida sin duda.
Ahora en el cielo disfrutas casi de lo que puede considerarse un mundo nuevo pero recuerda que en la tierra tienes una hija que te espera. 

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