Era
más sencillo verla que amarla, tenerla al lado que solo adorarla, ambas
acciones dolían, era más tóxica que el veneno, pero más ardiente que cualquier
sol de este eterno verano. Para mí era perfecta y su aroma era esa combinación
de sabores que tenía que probar sin duda. Sus ojos azul brillante, cabello
castaño Claro digno de una latina de tierra caliente, uñas perfectamente
arregladas y unos dotes de mujer espectacular, era no muy alta pero si muy
callada lo que la hacía dulce y misteriosa, enigmática, con esas ganas que
tenía de conocerla, de probarla, solo con su aroma lo supe, desde que la vi, el
masivo se llenaba y no había espacio quedamos casi juntas por no decir
apretadas. No podía dejar de mirarla, me era inevitable y tantas ideas que
recorrían mi mente de como desnudarla y de cómo amarla. Pero era imposible y
con una sonrisa pícara la miraba.
Era
casi imposible que me devolviera una linda sonrisa, estaba tan ocupada con su teléfono
tecleando quizás a su mejor amiga o novio, o yo que sé, realmente No me
importaba con solo tenerla al lado estaba feliz, disfrutando de ese aroma y sus
ojos, llego el momento de descender cuando note que ambas íbamos hacia el mismo
lugar, lo celebre; fue mágico y quizás impreciso, porque nunca pensé que
siguiera uno de mis pasos; Jamás la había visto.
Pero
era preciosa, descendí rápido antes que ella, y cuando me voltee a mirar
disimuladamente sus pasos, la observe muy bien, y descubrí que tenía marcas de
dulzura y de pasión, y en su mano derecha para mi beneficio una manilla, azul y
rosa encendido, todo se hacía cada vez más perfecto. Era mi postre a degustar.
El problema: no sabía su nombre o nisiquiera de donde era, me desilusioné y
seguí caminando entorno al otro bus, un bus lleno de sueño y entre hablando por
teléfono y pensando en ella y su perfección, me distraje y no seguí pensando
cual fue su dirección, ya allí, sentada en primera fila por coincidencias mire
hacia al frente y allí estaba de nuevo, con su mirada brillante algo caída,
quizás el cansancio la carcomía la mire de nuevo con disimulo, y ella me miró
con cierto asombro, quizás pensó: que cosas, encontrarla tanto.
Continuo
caminando hacía el bus. Yo solo y distraídamente la observaba, el viaje termino
y ella se bajó muchas paradas antes que yo, pero es la hora en que mi mente aun
la piensa. Y más que su abierta bisexualidad, sus ojos eran esos látigos que me
habían atado a esa cintura y caderas tan perfectas y que me hacían desearlas
con ansias.